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America Central - El Honduras
El buceo en el Caribe, alrededor de Roatan
Bucear, desde mucho tiempo quería volver al submarinismo. Roatan, Honduras, es un lugar fantástico para esto. Primero seguí las clases de Open Water y Advance Open Water en una escuela de buceo PADI en West End, pueblito de la isla de Roatan.
Volví a descubrir una pasión, al ritmo de los buceos. El ambiente de la preparación a la exploración, la descripción del sitio por descubrir, la discusión sobre el itinerario, averiguar el material. Después, el barco donde, soñando ya, uno se deja llevar por la imaginación y se concentra poco a poco. Luego se viste el traje de buceo. Se vuelve a verificar el material. Una última aclaración y ya está, al agua. Primero el silencio del agua, la presión se reparte sobre el cuerpo, con una extraña sensación de flotar. Una última señal entre los buceadores y la bajada. Los sonidos están distorsionados cuando llegan, burbujas de agua se suben, la presión se hace cada vez más fuerte... Llegando al fondo, se mira una última vez arriba, averiguamos la profundidad, la presión en la botellas, empieza la aventura. Me concentro para ahorrar el oxígeno, para estar lo más tranquilo, y nado con los ojos bien abiertos para no perder nada de las maravillas del mundo marino. Los pocos ruidos que hay son siempre extraños, el silencio reina, se pueden observar peces de todo tipo pero también corales, vegetales, verdadera explosión de colores y de vida. Emociones sin nombre cuando aparece una tortuga seguida por sus pececitos limpiadores, subiendo delante de nosotros para buscar un poco de aire, una murena escondida en una fractura de la piedra, molesta por nuestra llegada, una raya que parece volar sobre los fondos... Momentos intensos, mágicos, inolvidables. Nos invade la sensación de nuestra pequeñez frente a este monstruo que es el mar, sensación de no ver nada sino agua en cualquier lugar en el horizonte. Por todas partes se ve el color azul, uniforme. Un bien estar increíble posee el cuerpo al sentirse en ingravidez, flotando en el agua, a la deriva. Arrebato de las profundidades, cuando estando ya a más de 30 metros abajo uno se siente un poquitin alegre. A punto de reír de cualquier cosa. Escalofríos al entrar en un derrelicto abierto, sin saber lo que encontraremos adentro. Miedo de ver surgir a un grupo de barracudas, un peligroso tiburón. Al final, el señal de la subida, lenta, al ritmo de las burbujas que nos preceden. Emergemos, inmóviles durante largos minutos para decantar este buceo, entre imágenes que desfilan. Volvemos al barco y charlamos, "¿has visto este coral lila cerca de la roca grande a 20 metros", "y allí, ¡el barbudo que nos miraba!", "¡y la tortuga!". Volvemos a la oficina del club, cambiamos las botellas, buscamos en los libros para encontrar a los animales observados en el fondo, calculamos el tiempo de descanso necesario antes de la próxima bajada. Anotamos todo lo que recordamos en el logbook. Después, bajamos de nuevo.
Primero están unas fotos de la playa y del mar, luego una serie de fotos sacadas del álbum de la escuela... |